Vete de aquí tristeza ¿a qué has venido?
Si yo no te he llamado a acompañarme,
cuando ya te había puesto en el olvido,
¿tu vienes otra vez a perturbarme?
-¿A perturbarte yo? ¡qué ingratitud!
¿olvidas cuántas veces te has quedado
solitario en tu hueca juventud,
y sólo yo me encontré junto a tu lado?
En verdad fuiste hábil y oportuna
pues en cada fracaso o desventura,
tu viniste primero que ninguna
con tus manos cargadas de amargura.
-¿Me reprochas por hablar sinceridad,
que a todo ser a de alcanzar el luto
y que es común en amor y en amistad,
sufrir una traición cada minuto?
Adiós tristeza, ya una vez me has engañado
con tu manto de tedio y pesimismo,
doy gracias a Dios que no has logrado,
arrastrarme al fondo del abismo.
-¿Quién te dará el valor de rechazarme’
¿cómo podrás eludir mis aguijones?
Si con sólo uno de ellos en tu carne,
yo puedo destrozar tus ilusiones.
Fue mi Señor, quien contestando desde el Cielo,
a mi oración de dolor por su tardanza,
me envió el escudo del CONSUELO…
y una espada cuyo nombre es ESPERANZA.
-Contra esas armas es inútil mi pelea,
ya me alejo de ti, pues es muy tarde
y debo proseguir con mi tarea…
de conseguir vencer a algún cobarde.
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