Así dice el Señor por sus Profetas
anunciando el Evangelio Restaurado:
guardad estas palabras bien sujetas
y “arrepentíos que el Reino se ha acercado”.
¿A qué haréis semejante mi Excelencia,
me forjaréis de metal alguna estatua,
para después postrarte en reverencia
humillándote en forma necia y fatua?
¿O acaso escogeréis algún mortal
al cual algún don el Cielo ha dado
y elevándolo al más alto pedestal
haréis de él un ser idolatrado?
¿O aferrado al dinero fuertemente
y a la ciencia que al mundo ha deslumbrado,
pretenderéis eludir inútilmente,
los juicios que por ley te han alcanzado?
¿No sabéis que yo mando y lo que era,
se desvanece tan solo en un momento
y que ya desvanecido lo de afuera…
queda al desnudo lo que lleváis adentro?
¿No pensáis? ¿Nadie os ha enseñado,
que mi morada se haya en las alturas;
que la tierra es de mis pies estrado
y mi espíritu no mora en esculturas?
¡Despertad! de esa fría indiferencia,
que el Espíritu Santo que he enviado,
golpea tu corazón con insistencia,
¡ábrele ya! y responde a Mi llamado.
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