jueves, 9 de agosto de 2012

8.- Señor De La Esperanza


Así como las olas de la mar bravía
se debaten llevadas por los vientos,
así del mismo modo el alma mía,
era agitada por miles pensamientos.

Y queriendo ignorar… mas no podía,
pues con furor golpeaba mi conciencia,
una ansiedad que afanosa me inducía,
a buscar sin descanso ni clemencia.

¿A buscar qué? decíame confundido
y probando a cada paso lo que hallaba,
trataba de saciar lo requerido…
mas la codicia de la carne no se hartaba.

No pudiendo soportar más amargura
lleno de hiel por todo lo probado,
vi que en vez de hallar la dicha pura,
me encontraba prisionero del pecado.

Así fue que perdida la confianza
por todo lo del mundo que había visto,
surgió en mi mente un nombre de esperanza
y confié mi salvación a Jesucristo.

Mas ¿dónde habré de hallarlo si se ha ido?
¿en las imágenes talladas? –no contesta-
¿en la cruz?... imposible, la ha vencido
y a pitones y adivinos Él detesta.

Si no tengo la luz que me ilumina
¿de qué sirven mis ojos? –me decía-
y ¿qué aprovecha al hombre que camina
si no tiene un sendero que lo guía?

Fue entonces que clamando arrodillado
rogué en espíritu al Señor de la Esperanza,
que por su Gracia yo fuera perdonado
y que tornara de nuevo a mi bonanza.

Así oré con la fe que había en mi alma
y sentí alejar de mi la hiel funesta,
sobreviniendo por fin la ansiada calma
al percibir mis ojos su respuesta.

Por siempre Gloria, poder y gran loor
a quien nos dio la vida y el sostén,
a Dios el Padre y a Cristo Redentor…
por Espíritu Santo decid todos –AMÉN-.

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