Iba andando cierta vez por un camino
y encontré cabalgando entre unos cardos
a un hombre que espoleaba a un noble equino
quien en sus ancas cargaba sendos fardos.
Además iba arrastrando con empeño
a un terco mulo que parando a cada tramo,
rebuznaba lisonjero hacia su dueño…
para obtener una caricia de su amo.
Al pasar cerca de mi, pude observar…
que del caballo un fardo se cayó,
y el hombre enardecido al desmontar,
un latigazo en su cabeza descargó.
Corrió el mulo sin carga y con presteza,
para lamer la mano de su señor…
y éste le dijo acariciando su cabeza:
-tu si que eres un noble servidor-.
Más adelante vi un granjero con su carro,
quien vigilaba animales en el prado,
viendo un cerdo revolcándose en el barro…
y a una oveja pastoreando en un costado.
De repente salió el cerdo en alborozo,
del chiquero el la “granja de la vida”
y al sacudir la suciedad en su retozo…
salpicó a la noble oveja sorprendida.
El granjero al observar aquel evento,
gritó a la oveja con insulto profano
y dejando ir al cerdo muy contento…
a ella le dio sendos golpes con su mano.
Seguí andando y ocurrió que llegué un día,
a la ciudad de los “seres racionales”
y vi que entre ellos la acción se repetía,
mucho peor que con aquellos animales.
Entonces comprendí en mi corazón…
que hay mucha gente parcial en su justicia,
pues por un lado exigen doble perfección…
y por otro aprueban ocio e inmundicia.
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