Estando entregado a la meditación
llegué a la conclusión muy razonada,
que hay dos palabras de más en la expresión.
Ellas son las de “Casualidad y Nada”.
¿A qué se puede llamar casualidad?
¿A la Lluvia que cae en la sequía?
¿A un encuentro de amor o de amistad?
¿O… al bello sol que sale cada dia?
¿A que el engaño al fin se manifiesta?
¿O… que alguien se salvó por un segundo?
¿Qué las tinieblas nos da impresión funesta?
¿Y la maldad, plagas y guerras trae al mundo?
Quien piense de este modo “casualmente”,
será un ser que ignora lo más bello:
que el Gran Dios y Padre Omnipotente,
no deja caer sin notarlo ni un cabello.
En cuanto a la “nada” -¿Qué es lo que diremos?-
van dos respuestas (un fatuo y un hidalgo)
-Que si no ven nuestros ojos no creeremos-.
-Que por sí, lo que llamamos nada… es algo-.
Todo es eterno en esencia y en su orden,
en verdad, no hay tal cosa como “nada”,
Dios contó con materiales en desorden…
para formar una creación bien ordenada.
¿Negaremos el poder del Dios Viviente,
por no verlo en su morar de Eternidades?
-Tampoco se ve el viento, mas se siente…
mostrando su poder en tempestades-.
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