Cada vez que vayas a quejarte
frunciendo el ceño por estar malhumorado,
te conviene a ti mismo preguntarte,
por qué es que te sientes perturbado.
¿Es por el sol que irradia su fulgor?
¿O por la luna que inspira las pasiones?
¿Por las estrellas que cantan amor?
¿O por la brisa que respiran tus pulmones?
¿Es por los niños ruidosos con sus juegos?
¿O por la juventud con sus locas ilusiones?
¿Por los creyentes que aburren con sus ruegos?
¿O con ancianos con sus pesados sermones?
¿Es por los pájaros y su molesto trino?
¿O por lo absurdo de oír ritmo moderno?
¿O… es la hipócrita sonrisa del vecino,
que te fue a ver cuando estuviste enfermo?
¿Es por loa alérgica fragancia de las flores?
¿O por la lluvia que hace desbordar el río?
¿Por el verano con su sol y sus calores?
¿O por el invierno con su tajante frío?
¿Es por el otoño que desprende el follaje?
¿O por la primavera que pretende renovarnos?
¿Por qué es injusto que el hombre trabaje?
¿O porque es utópico que debamos amarnos?
¿Es porque donde vayas te tropiezas,
con alguien que te ofrece sin pedirte,
y que lo hace con sobras grandezas
pues tú sabes que es sólo para herirte?
Si no es eso ¿Qué es lo que te aflige?
¿Es el mundo, es Dios o… es tu conciencia?
Vuelve a leer lo que antes te dije…
y comienza a juzgarlo con decencia.
¿Qué existe el mal? –sin duda- ¿Quién lo niega?
mas, cada ser bebe su vaso preferido…
y cuando llegue la hora de la siega…
digerirá como la abeja lo absorbido.
Y si has gastado tus días sin amor,
sólo viendo el lado malo y lo mezquino,
al levantarte para el juicio ante el Señor
recibirás el futuro de un amargo destino.
Si Dios te ofrece el gozar de bendiciones
y tu persistes en tener ceño fruncido,
viendo lo malo en vez de bellos dones,
sin duda eres un ser desagradecido.
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