Allí erguida estaba frente a mí,
la montaña de la fama y la fortuna;
por todos más codiciada que ninguna;
me propuse conquistarla y la vencí.
Todos loaban mi nombre por el hecho
y sus honras y honores me brindaron,
mas… al tiempo sus gritos me cansaron
y otra vez me encontraba insatisfecho.
Le pregunté a un anciano bondadoso,
dónde hallar una gloria permanente,
pues yo alcancé la fama entre la gente,
más a un precio tiránico y gravoso.
Contestóme: no es del hombre que proviene,
pues sólo quieren agradarse ante sus rostros,
buscando glorias los unos de los otros…
y no aquella que de sólo Dios viene.
Pues el honor del mundo en su indecoro,
siempre pide y exige demasiado…
luego se aburre y te deja abandonado,
por seguir a otro becerro de oro.
Y éste al fin, es el salario que tu cobras,
por haber elegido ese camino…
la mejor garantía de un buen destino,
es agradar a Dios con nuestras obras.
Que no te cieguen las falsas candilejas,
pues lo de arriba es Sagrado y permanente,
busca una gloria superior y se valiente…
y no la cambies por un “plato de lentejas”
Tu puedes cumplir con tu destino
y ascender la montaña que más quieras,
mas… no busques los honores de las fieras
sino de Dios, del Cielo y lo Divino.
Y entonces en tu andar cualquiera fuere
podrás sentirte confiado en tu sendero
disfrutando de un gozo verdadero
y de una gloria eterna que no muere.
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