Cuando Dios le dio al hombre su conciencia,
cuidó de darle ley para educarla,
después los doctores en jurisprudencia,
estudiaron el arte de aplicarla.
Mas con asombre y dramática sorpresa
se halló la técnica ruin de disfrazarla
y en vez de defender la débil presa,
ayuda al lobo y al buitre a devorarla.
Pues muchos magistrados “honorables”
aplicando la ley técnicamente,
por cohecho absuelven a culpables,
condenando “por ley” al inocente.
¿No sabéis, nadie os ha enseñado
que no hay ley que esté sobre la conciencia?
-Ante Dios sólo Juzga el magistrado
que con su autoridad puede dictar sentencia.
¿Cómo evitaréis tal responsabilidad?
¿imputaréis a la ley vuestros errores?
Si ella se torna cual monstruo sin piedad,
si la manejan con astucia malhechores.
Sois vosotros los que debéis guiarla,
para que la oveja incauta no tropiece,
y la rapiña que quiera devorarla,
caiga en la red del castigo que merece.
No hagáis como aquel pueblo pasado,
que alcanzando en sus leyes gran pericia,
prefirió que el ladrón sea libertado…
crucificando la Verdad y la Justicia.
Por fin os digo: limpiaos el corazón,
pues hay un juicio postrero ante El eterno,
si no juzgáis con moral y con razón…
iréis con vuestras leyes al infierno.
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