Había un anciano monarca acaudalado,
que decidió repartir sus posesiones,
entre dos hijos que estaban a su lado,
a quien pidióles hacer las mediaciones.
Asimismo les mandó la comisión
dándoles sendos planos de la herencia,
que juzgaran según la ubicación
y dieran nombre a los sectores a conciencia.
El primer hijo corrió con gran presteza,
a medir y nombrar los sectores,
mas, a los suyos puso nombres de grandeza
y a su hermano les otorgó los peores.
Por ejemplo se observó que él llamaría,
a sendos lotes con suma diferencia,
lo que en su hermano llamaba COBARDIA,
en su sector denominó PRUDENCIA.
Otra cosa que se vio con extrañeza
en aquel hijo con tan poca dignidad,
fue que en su campo denominó FIRMEZA
lo que a su hermano le puso TERQUEDAD.
Además juzgando con egoísmo,
sin observar si eran de igual porción.
lo que en su hermano llamaba FANATISMO,
en su terreno le puso VOCACION.
Pero lo que más asombró a su majestad
y que lo hizo sentir tan enojado,
fue un sector que llamó DEBILIDAD
y en su hermano denominó PECADO.
Mas, el segundo hijo noble y bueno
exclamó humildemente al soberano:
debe ser él, quien juzgue su terreno
y darle nombres escritos con su mano.
De lo contrario sólo Tú ¡oh! Gran Señor
podrías hacerlo sin el egoísmo humano…
pues -¿si aún no he medido mi sector…
¿Cómo podré juzgar el de mi hermano?
Mandó entonces el Rey se decretara,
distribuir con rectitud aquella herencia,
repartiendo a cada uno con la vara…
que había medido en su propia conciencia.
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